La moralidad de los aztecas, entre la reconstrucción histórica y la reconstrucción racional
Filgueiras Nodar José María
La moralidad de los aztecas, entre la reconstrucción histórica y la reconstrucción racional
En-claves del pensamiento
Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, División de Humanidades y Ciencias Sociales

				
Resumen

				
Este ensayo proporciona un panorama de la moralidad de los aztecas, exponiendo en primer lugar su concepción de la persona y el modo en que tratan el tema de la libertad personal. Posteriormente, expone las virtudes de algunos ideales de persona, así como el proceso educativo capaz de aportar las virtudes que definen dichos ideales. El texto finaliza exponiendo brevemente un principio jurídico de nivel muy general: in quálli, in yéctli. A lo largo del artículo se intenta establecer puntos de contacto con algunos debates éticos contemporáneos.

			
Palabras clave:
ética, aztecas, filosofía náhuatl, Miguel León-Portilla, filosofía latinoamericana, .
¿Fue Sahagún capaz de traducir de manera fiel todo el conocimiento acumulado a lo largo de su investigación? Aun suponiendo que ésta no tuviese fisuras, lo cual es siempre arriesgado, trasladar de modo fiel tales contenidos a un lenguaje y un universo cultural extraño es tarea extremadamente difícil. Por otra parte, ya que la intención de Sahagún era la conversión, surge el riesgo añadido de una cristianización de la moral náhuatl. Estos dos problemas podrían en principio comprometer la faceta de reconstrucción histórica que posee esta exposición.

			
No se cree que esto sea necesariamente un problema para alcanzar los objetivos que se persiguen en el texto: si bien para la historiografía tal vez sea necesario comprobar que lo dicho por los historiadores se corresponde (como diría Leopold von Ranke) con lo que ocurrió en realidad, la filosofía puede renunciar a ese prurito de objetividad con miras a otros intereses. El carácter híbrido de este texto, entre la reconstrucción histórica y la reconstrucción racional, parecería servir para salvar este escollo.

			
Debe decirse también que la fidelidad de la propuesta de Sahagún parece ser más que suficiente para muchos especialistas, como Miguel León-Portilla. De este modo, parece que apegarse a Sahagún es una buena manera de hacer que la presente lectura contenga ese componente de reconstrucción histórica que le aporta especial interés. Después de haber apartado del camino, de forma apresurada, el problema hermenéutico, se puede comenzar a exponer la moralidad mexica.

		

		

			
La concepción mexica de la persona

			
El punto de partida para ello será lo que podría denominarse su antropología filosófica, comenzando por la cuestión del origen de los seres humanos, que debe entenderse en 'un doble plano, mítico-religioso por una parte y filosófico por otra'.

			

				

				Miguel León-Portilla, La filosofía náhuatl estudiada en sus fuentes (México: Universidad Nacional Autónoma de México, 1974), 181.

			7 El primer plano, que considera la creación de los humanos como un resultado directo de la intervención divina, aparece expresado en mitos como la creación de Cipáctonal y Uxumuco, primera mujer y primer hombre, a cargo de los cuatro primeros dioses, los hijos de Ometecuhtli, el Señor de la Dualidad (mito ilustrado en el Códice Vaticano A 3738). También en el mito, recogido por Fray Gerónimo de Mendieta en su Historia Eclesiástica Indiana o con ligeras variantes por Ángel María Garibay en la Épica náhuatl, de que los primeros seres humanos brotaron de la tierra después de que el sol lanzara una flecha contra ella. Estos primeros humanos habrían nacido incompletos, pero de algún modo consiguieron unirse para engendrar un hijo, del cual descendería toda la especie humana.

				Y luego fue Quetzalcóatl al Mictlan: se acercó a Mictlantecutli y a Mictlancíhuatl y en seguida les dijo:

				Vengo en busca de los huesos preciosos que tú guardas, vengo a tomarlos.

				Y le dijo Mictlantecutli: ¿Qué harás con ellos Quetzalcóatl?

				Y una vez más dijo [Quetzalcóatl]: los dioses se preocupan porque alguien viva en la tierra.

			

				

				León-Portilla, La filosofía náhuatl, 183.

			9

				

			
Pero la lectura en clave de mística guerrera, dice León-Portilla, no agota la significación de esta necesidad que los dioses sienten por el género humano. Hay una segunda lectura, que para este autor pertenece a 'lo más elevado del pensamiento náhuatl',

			

				

				León-Portilla, La filosofía náhuatl, 200.

			13 según la cual la creación de los seres humanos y, en general, de la totalidad de las cosas, es decir, la difusión de Ometéotl hacia fuera de sí mismo, no tiene otro motivo que el deseo divino de divertirse contemplando el espectáculo proporcionado por los transitorios habitantes de tlaltípac (la superficie terrestre). Así, puede apreciarse, por ejemplo, en el siguiente fragmento del Códice Florentino, en el que aparece un tema común a numerosos análisis filosóficos, como es el rol de la actividad humana, aparentemente libre, cuando es vista por los ojos de Dios o, como diría Baruch Spinoza, sub specie aeternitatis. Para los aztecas, se trata de la acción de los seres humanos observada desde el punto de vista de Tloque Nahuaque, la principal deidad:
Entonces, sea para que el constante suministro de sangre mantenga girando al Sol, sea porque la divinidad desea divertirse observando las acciones de su creación, los humanos aparecen como necesarios para el mantenimiento del orden cósmico, lo cual explica la preocupación de los dioses por la creación de la humanidad. Dicho esto, se puede pasar ahora a otro aspecto relacionado: ¿cuál es la constitución esencial del ser humano según el pensamiento náhuatl? Como sucede con tantos otros aspectos de su cultura, los nahuas responden a esta pregunta usando un difrasismo, recurso que expresa 'una misma idea por medio de dos vocablos que se completan en el sentido, ya por ser sinónimos, ya por ser adyacentes'.

			

				

				Ángel María Garibay, Llave del Náhuatl. Colecciones de trozos clásicos, con gramática y vocabulario náhuatl-castellano, para utilidad de los principiantes (México: Porrúa, 2007), 115.

			15 En este caso, los dos vocablos son 'rostro' y 'corazón': in ixtli, in yóllotl. La cara y el corazón sirven a los nahuas para representar el dinamismo intrínseco del ser humano, así como la constitución básica de su estructura moral. León-Portilla subraya la coincidencia con el pensamiento griego, que identificaba el rostro con la personalidad. Por su parte, la referencia al corazón se debe a que este órgano era para los nahuas el asiento de la voluntad y la valentía, además de que jugaba un papel importante en el mantenimiento del orden cósmico, al ser necesario, como se ha visto, para alimentar a los dioses. Un fragmento del Códice Matritense expresa de un modo muy claro esta doctrina de la persona, ubicándola además como ideal supremo de la educación:
Estas características del hombre maduro [omácic oquichtli] aparecen adaptadas a los requerimientos de muy diversas profesiones, desde los amantéctal o artistas de los trabajos de plumería hasta los pochtecas, comerciantes que recorrían los caminos del imperio. Aparecen también mencionadas para los gobernantes, transformándose en un verdadero catálogo de virtudes, que se verá pronto. Antes, debe repararse en un tema de particular relevancia para la ética, el problema de la libertad personal, que aparece, como es sabido, en diversas tradiciones.

			

				

				Véase Robert Kane (ed.), The Oxford Handbook of Free Will (Nueva York: Oxford University Press, 2002).

			17 León-Portilla afirma que este problema puede entenderse, como tantos otros elementos de la cultura náhuatl, desde una perspectiva religiosa o desde una perspectiva reflexiva. Según la religión, el destino de los seres humanos está completamente trazado de antemano:
Sin embargo, León-Portilla alerta de que esa idea del fatalismo náhuatl, por extendida que se halle, debe analizarse con cuidado. La idea clave para emprender este análisis es que, si bien los nahuas creían que los signos y las fechas del tonalpohualli [calendario] ejercen un influjo sobre los seres humanos y las sociedades, no resulta menos cierto que, 'a excepción de algunos pocos casos […] por el control de sí mismo […] se puede superar un destino fatal, así como por negligencia es posible arruinarse'.

			

				

				León-Portilla, La filosofía náhuatl, 198.

			20 Bolea, por su parte, afirma que 'el signo del día marcaba lo que ahora se llamaría temperamento o personalidad y era algo que no se podía cambiar'.

			

				

				Marcela Bolea Murga, 'Reseña histórica de la educación a la primera infancia en México', Ethos Educativo, núm. 42 (2008): 27.

			21 Este uso de la terminología moderna permite transponer las declaraciones de León-Portilla al marco de referencia actual: aunque el temperamento de un sujeto sea algo que permanece más o menos constante a lo largo de su vida, es cierto también que no representa un destino del que no se puede escapar. Entonces, se habrá de reconocer, como adecuadamente hace León-Portilla, que las concepciones de los aztecas a este respecto difícilmente pueden identificarse con el fatalismo. Al mismo tiempo, la referencia al autocontrol conduce a hablar de un tema tan destacado para la ética como es la educación, el factor capaz de hacer que los sujetos se sustraigan a su destino, además, de reproducir la estructura social considerada deseable.
Pero tal mística no explica por sí sola la mentalidad del pueblo azteca, pues en ésta 'convergen las dos formas de vida que practicaron los pueblos de Mesoamérica: la guerrera y la humanista'.

			

				

				Díaz-Infante, La educación de, 36.

			24 La primera, procedente de los mismos orígenes del pueblo azteca en las tierras del norte, se identifica, como acaba de verse, con el culto a Huitzilopochtli. La segunda, a su vez, fue adquirida a través del contacto con las culturas de la meseta central, en especial con los toltecas, y se identifica con el culto a Quetzalcóatl. Esto sugiere la existencia de dos corrientes subyacentes en el pensamiento mexica, la guerrera y la humanista (a la que se le sumaría también una tercera influencia, el culto a Tláloc, dios de la lluvia, una deidad adorada desde muy antiguo en toda Mesoamérica). Tales formas de vida, aparentemente contradictorias, se equilibraban en la mentalidad mexica.

				
¿Qué influencia ejercieron sobre la educación y la moralidad azteca las dos corrientes citadas? Como hipótesis de trabajo, admitiendo que se trata hasta cierto punto de un experimento mental, podría establecerse una relación entre el culto a ambos dioses y la existencia de diversos ideales de persona en el mundo azteca, expresados o caracterizados a través de conjuntos de virtudes. Así pues, se hará referencia a la educación y enseguida a las virtudes utilizando como punto de contacto entre ambos elementos, precisamente, a los ideales de persona. Para quitar algo de ambigüedad a esta expresión, se pondrán un par de ejemplos.

				
El primero es el ideal del guerrero, común a numerosas culturas, muy distantes en el tiempo y el espacio. En el caso de la cultura náhuatl, el ideal tiene que ver directamente con el culto a Huitzilopochtli y con la concepción antropocéntrica del cosmos citada anteriormente, los cuales convierten a la valentía en una actitud que considera a la muerte como algo deseable. Por poner un único ejemplo, ya que habría muchos otros presentaremos el siguiente fragmento de Sahagún:

					El mismo es escritura y sabiduría.

					Es camino, guía veraz para otros.

					Conduce a las personas y a las cosas, es guía en los negocios humanos.

					El sabio verdadero es cuidadoso (como un médico) y guarda la tradición.

					Suya es la sabiduría trasmitida, él es quién la enseña, sigue la verdad.

					Maestro de la verdad, no deja de amonestar.

					Hace sabios los rostros ajenos, hace a los otros tomar una cara (una personalidad), los hace desarrollarla.

					Les abre los oídos, los ilumina.

					Es maestro de guías, les da su camino, de él uno depende.

					Pone un espejo delante de los otros, los hace cuerdos, cuidadosos; hace que en ellos aparezca una cara (una personalidad).

					Se fija en las cosas, regula su camino, dispone y ordena.

					Aplica su luz sobre el mundo.

					Conoce lo [que está] sobre nosotros [y], la región de los muertos.

					[Es hombre serio].

					Cualquiera es confortado por él, es corregido, es enseñado.

					Gracias a él la gente humaniza su querer y recibe una estricta enseñanza.

					Conforta el corazón, conforta a la gente, ayuda, remedia, a todos cura.

			

				

				León-Portilla, La filosofía náhuatl, 65.

			27

					

				
Después de este brevísimo repaso de antecedentes, se tratará de relacionar el concepto de virtud con el mundo moral de los aztecas, y en particular con sus procesos educativos. Un primer punto de contacto lo ofrece el hecho de que, desde el inicio del libro VI de su Historia general, Sahagún enfrenta el tema de la filosofía moral náhuatl desde una perspectiva fácilmente asimilable a la de las virtudes. No sólo utiliza los términos 'virtud' o 'virtudes' en varios lugares de su exposición, sino que, a lo largo de la misma, se refiere en numerosas ocasiones a diferentes modos de actuar, los cuales rinden o no sus frutos, es decir, a lo que podría caracterizarse como virtudes. En relación con el pensamiento mexica, debe decirse que sin duda existieron 'virtudes' comunes o fácilmente asimilables a algunas de la tradición occidental, como la propia humildad o la obediencia, las cuales es de creer que habrían sido de gran utilidad en el proceso de aculturación.
No te arrojes a la mujer como el perro se arroja a lo que ha de comer, no te hagas a manera de perro en comer y tragar lo que le dan, dándote a las mujeres antes de tiempo; aunque tengas apetito de mujer resístete, resiste a tu corazón hasta que ya seas hombre perfecto y recio […] y entonces estarás hábil para el casamiento y engendrarás hijos de buena estatura y recios, y ligeros y hermosos y de buenos rostros.

			

				

				Sahagún, Historia general, 143.

			36

					
El capítulo XIV del mismo libro VI de Sahagún ofrece una larga exhortación ofrecida al pueblo por su gobernante, en el momento de la elección de éste. Los imperativos que aparecen en esta plática son interesantes y pueden entenderse como normas morales que regulaban el mundo azteca. Y, al respecto, resulta interesante darse cuenta de que la primera recomendación es apartarse del alcohol: el uctli es caracterizado como la 'raíz y principio de todo mal y de toda perdición [...] que trae consigo todos los males juntos'

			

				

				Sahagún, Historia general, 99.

			40 desde los adulterios y la corrupción de menores hasta la soberbia y los robos. Una de las principales razones por las cuales el alcohol resulta tan negativo es que 'los borrachos [...] están fuera de sí'.

			

				

				Ibidem.

			41 Para una cultura que valoraba tanto el autocontrol, salirse de uno mismo durante la embriaguez necesariamente debió de haberse visto como una de las peores amenazas para la integridad moral. Así, antes de pasar a otros temas, el gobernante recién elegido narra los castigos que se reservan a los alcohólicos, algunos causados por su propia negligencia, otros por intervención divina, y también los variados castigos infligidos por la justicia humana.

				
Como se ha visto, una de las principales preocupaciones educativas era el formar en las virtudes necesarias para ejercer diversas actividades en la vida. Con el fin de mostrar un buen ejemplo de esta clase de virtudes aplicadas, se ha seleccionado el capítulo X del libro VI de Sahagún, el cual expone la admonición que algún personaje principal, especialmente, un alto sacerdote, hacía al gobernante recién elegido. El texto es interesante porque, en medio de la retórica propia de estas ocasiones, centrada en asuntos como la pesada carga que representa el gobierno, el discurso muestra también un retrato del gobernante ideal, señalando tanto las virtudes que deben adornarlo como los vicios que debe evitar. Según este discurso, el gobernante debe ser trabajador, humilde, justo, calmado, benevolente, grave, severo y digno. Debe ser consciente en todo momento de que representa a Tloque Nahuaque en el mundo. Debe saber escuchar; no debe ser holgazán, dormilón, irascible ni gastador. Otro aspecto que protagoniza muchas exhortaciones es la devoción. Según la imagen que surge de las fuentes consultadas, todos los señores mexicas eran personas devotas, hasta un grado que podría caracterizarse, usando (o abusando de) la terminología del cristianismo, como santidad.

				
El capítulo VI del libro VI de Sahagún también muestra una oración que se rezaba cuando se quería pedir a Tezcatlipoca que le retirase el dominio sobre el pueblo (matándolo o de cualquier otra manera) al señor que no llevase a cabo su trabajo adecuadamente. Por ello, constituye un interesante contrapunto a lo expuesto hasta ahora, al permitir observarlo desde la perspectiva opuesta, es decir, la de los vicios que incapacitan al gobernante.

				

					
tiene un corazón cruel y duro, y usa de la dignidad que le habéis dado así como el borracho usa del vino […] La prosperidad le hace que a todos menosprecie […] Parece que su corazón está armado de espinas muy agudas, y también su cara […] No cura de nadie, ni toma consejo con nadie […] No es devoto ni ora a los dioses, ni llora delante de ellos, ni se entristece por sus pecados.

			

				

				Sahagún, Historia general, 63-64.

			42

					

				

			

			

				
Un principio ético: in quálli, in yéctli



				
Después de haber observado algunas de las virtudes (y vicios) que aparecen en un lugar tan destacado de la cultura náhuatl, se quisiera presentar uno de sus principios normativos más elevados, que ayudará a completar este recorrido panorámico por la moralidad de la misma. Para ello, se comenzará leyendo un poema recogido por Fray Andrés de Olmos.

				

					Es conveniente, es recto:

					ten cuidado de las cosas de la tierra:

					[…] tendrás qué beber, qué comer, qué vestir.

					Con eso estarás en pie (serás verdadero)

					con eso andarás.

					Con eso se hablará de ti, se te alabará,

					Con eso te darás a conocer a tus padres y parientes.

			

				

				León-Portilla, La filosofía náhuatl, 236-237.

			43

					

				
Ahora bien, ¿cuál es este principio supremo? Se trata del conocido in qualli, in yectli, que suele traducirse como 'lo conveniente, lo recto'. Este principio no sólo regulaba 'las obligaciones de cada persona respecto de sí misma [sino también las que se daban] en relación con sus semejantes y con el estado'.

			

				

				León Portilla, Toltecáyotl, 318-319.

			47 Se trata, pues de un principio que a la vez regula las dimensiones privada y pública de la moralidad. Tal y como explica León-Portilla, en una determinada situación el principio obligaba a buscar, primero, lo conveniente para la persona que actuaba. Al mismo tiempo, obligaba a ésta a buscar lo recto y conveniente en sí mismo, garantizando que el curso de acción que se siguiera no dañase los intereses de otros miembros de la sociedad y, por ende, que no perjudicara a ésta. Para León-Portilla, este principio 'equivale al concepto occidental de justicia'.

			

				

				Ibid., 319.

			48

				

				
Pueden verse ejemplos de la utilización práctica de este principio en diversas dimensiones de la vida social de los mexicas, como la guerra o el comercio. La tenencia de la tierra, un aspecto clave para entender la economía prehispánica, también dependía de este principio. Cuando los mexicas se establecieron en el Valle de México, la primera distribución de tierras que se hizo entre los diversos calpulli fue de tipo comunal, y se basó en el principio citado. Cada grupo necesitaba una porción de tierra para alimentarse; esta necesidad indiscutible trajo aparejado un concepto de decisiva importancia para la ideología mexica: quienes poseen la tierra, deben trabajarla. La tierra es propiedad de alguien 'si se encuentra vinculad[a] con su rostro, si es su pertenencia por habérselo acercado', y tal concepto de vinculación-acercamiento supone 'una relación dinámica y constante [entre la tierra y los seres humanos] por medio del trabajo'.

			

				

				Ibid., 320.

			49

				

				
Esta relación sufrió numerosos cambios, algunos durante la propia época prehispánica, en la cual comenzó a aparecer la propiedad privada (al principio de los nobles -pipiltin- y más tarde de los comerciantes). Otros cambios llegaron más tarde. No se hablará aquí de la Colonia, ni de la Independencia, únicamente de la Revolución: el famoso lema atribuido a Emiliano Zapata, la tierra es de quien la trabaja, podría entenderse como una actualización del viejo principio, que seguiría resonando en las mentes de muchos mexicanos.

			

		

		

			
Reflexiones finales

			
Para terminar, se quisiera primero señalar el elevado nivel moral de la sociedad mexica, tal y como reconoce el propio Sahagún. Tan alto nivel suscita, desde luego, interesantes comparaciones, entre las cuales se desea destacar una en particular, referente al concepto democrático de las virtudes en el mundo náhuatl, que se puede contraponer fácilmente con el concepto aristocrático de los griegos. En el tema de la educación también se encuentran elementos susceptibles de establecer una comparación con Grecia, donde la educación y sus beneficios estaban limitados a una clase social, mientras que en la sociedad azteca se trataba prácticamente de lo que hoy podría denominarse un derecho universal.

			
También se quisiera decir que iniciativas como que hemos venido desarrollando en este texto parecen una forma interesante de renovar la filosofía latinoamericana, prestando atención a modelos no-europeos, sea históricos, como es el caso de este artículo, sea de los pueblos originarios que hoy por hoy habitan Latinoamérica (una alternativa que debería explorarse mucho más). Este texto se ha limitado a trazar el panorama de una moralidad histórica, pero sería fácil avanzar en la especulación, preguntando por ejemplo cómo se podría actualizar el pensamiento de los mexicas para intentar responder a algunas interrogantes de hoy. ¿Podría renovarse el pensamiento náhuatl de forma que arroje intuiciones, por ejemplo, sobre cuestiones que ocupan hoy a la filosofía moral, como el cambio climático, la clonación o los transgénicos? En este punto, se apuesta por el optimismo. No será una tarea fácil, pero se cree que es posible hacerlo. La riqueza teórica que puede desprenderse de un diálogo con el pensamiento náhuatl, en el caso de la ética y de otras muchas ramas de la filosofía, obliga a intentarlo.

		

	
Referencias
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Si bien se reconoce que es una cuestión en la que debería profundizarse, a lo largo del texto se usarán las expresiones 'nahuas', 'mexicas' y 'aztecas' de forma indistinta.
Se hace referencia aquí a la conocida distinción entre ética y moral, señalada por pensadores de las más variadas tradiciones, según la cual ambas expresiones guardan entre sí la misma relación que, por ejemplo, 'sociología' y 'sociedad' o 'biología' y 'vida'. La moralidad sería entonces un conjunto de prácticas y normas que regulan el comportamiento de individuos y comunidades, mientras que la ética vendría a ser un ejercicio de reflexión —que se podría caracterizar, sin ánimo de entrar en debates, como racional o crítica— ejercido sobre la moral. Véase Adela Cortina y Emilio Martínez Navarro, Ética (Madrid: Akal, 2008), 9-22; también la exposición histórica de Ana Marta González, 'Ética y moral. Origen de una diferencia conceptual y su trascendencia en el debate ético contemporáneo', Anuario Filosófico, núm. 33 (2000): 797-832.
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Esta palabra, traducida como 'toltequidad', era empleada por los mexicas para referirse al legado de los toltecas y abarcaba lo más elevado de su cultura: el calendario, la escritura, la sabiduría, la astronomía, las artes, etc. Miguel León-Portilla, Toltecáyotl (México: Fondo de Cultura Económica, 2003), 7.
Otro ideal especialmente destacado sería el pochteca o comerciante, que comparte muchos rasgos comunes de la moralidad náhuatl pero también añade algunos otros propios y originales.
Carlos E. Ortiz, 'Educación ética de los jóvenes en la familia náhuatl. Análisis del Huehuetlatolli', Anuario de Historia de la Iglesia 15 (2006): 391-394.
En general, se suele considerar a las virtudes (por ejemlo, la honestidad o la templanza) como disposiciones o rasgos del carácter persistentes que informan de una manera coherente la conducta de los seres humanos. Las virtudes configuran la personalidad de los agentes, al hallarse relacionadas con otros muchos elementos como las actitudes, las decisiones o las percepciones. De hecho, según MacIntyre, las virtudes no sólo disponen a actuar de un modo particular, sino también a sentir las cosas de un modo particular. De este modo, cuando alguien actúa de forma virtuosa, no se trata de que esté actuando contra sus propias inclinaciones (como pretenden otras escuelas filosóficas) sino, más bien, de que actúa de acuerdo con inclinaciones que han sido conformadas por el cultivo constante de las virtudes.
Mina Markus S., 'Estudio comparativo entre la educación náhuatl y la griega', Estudios de Cultura Náhuatl, núm. 4 (1963): 281-292.
Otros autores dicen ocho años: véase Amparo R. de Parres, 'La niñez en el Códice Mendocino', Perinatología y reproducción humana 15, núm. 1 (2001): 91.
León-Portilla señala en Toltecáyotl que en los tiempos prehispánicos todos los niños tenían abierta la posibilidad de recibir educación, lo cual generalmente era una obligación para los padres, y contrasta esta situación con el México actual.
Reginaldo Aliçandro Bordin, 'A educaçao asteca nos seus aspectos formal e informal', Revista CESUMAR-Ciências Sociais e Humanas Aplicadas 7, núm. 1 (2002): 55-75.
Véase Oliver Wendell Holmes, The Path of the Law (Bedford, MA: Applewood, 2006); y The Common Law (Toronto: University of Toronto School of Law, 2011); Benjamin N. Cardozo, The Nature of the Judicial Process (Nueva Orleans: Quid Pro Law Books, 2010); John Dewey, 'Logical Method and Law', The Philosophical Review 33, núm. 6 (1924): 560-572, y 'My Philosophy of Law', en John Dewey, The Later Works, 1925-1953. Vol. 14. 1939-1941. Essays, Reviews and Miscellany (Carbondale: Southern Illinois University, 1988).